La resonancia magnética es una máquina poderosa, casi mágica, que permite ver un hombre (algunos añadirían "y una mujer") por dentro, sin necesidad de cuchillo ni serrucho. Es una máquina imponente, majestuosa, atronadora. Es un prodigio del ingenio humano con un corazón magnético. Un enorme imán que permite alojar una persona en su interior para escudriñar su anatomía hasta la obsesión y localizar e identificar la enfermedad que le preocupa. Pero también es temible. Si habéis entrado alguna vez en una sala de resonancia magnética sabéis a qué me refiero. No sólo puede inutilizar cualquier tarjeta magnética o dispositivo electrónico que hayáis olvidado extraer de vuestros bolsillos (o que llevéis integrado en vuestro cuerpo), sino que puede hacer salir volando como un proyectil cualquier cosa metálica que no esté bien sujeta y hacerla viajar a gran velocidad y con trayectorias más que caprichosas por el interior del túnel donde podría encontrarse un paciente. En los dos vídeos que podéis ver a continuación encontraréis la demostración gráfica de algo que todos comprendemos, algunos hemos notado, y pocos han sufrido: la potencia que puede llegar a tener un imán. En estos casos por fortuna el experimento es voluntario y no hubo paciente cerca, pero después de verlos me resulta más fácil comprender el peligro que puede representar entrar con un llavero o un destornillador en la sala de resonancia si hay un paciente acostado dentro, por no hablar de un objeto más pesado o voluminoso. Quién sabe si en un futuro... podremos hacerla sin imán.
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