Hace ya 20 años desde el fallecimiento de Isaac Asimov, científico y prolífico escritor, con especial relevancia en el género de la ciencia ficción. Y hace 46 años (casi medio siglo), que vio la luz su novela "Fantastic voyage" ("Viaje alucinante") y su secuela cinematográfica del mismo título. El argumento narra la miniaturización de un equipo de científicos y un submarino atómico y su inyección en el cuerpo del ideólogo del proyecto para operarlo desde dentro de un hematoma cerebral producido en un accidente de tráfico poco fortuito. Sólo 46 años han transcurrido. Dos reflexiones. Salvando las distancias que significan reducir el cuerpo humano y un submarino nuclear al tamaño de una bacteria o similar, el momento actual no dista mucho de la fantasía de Asimov (me refiero a la trombolisis intrarterial, o la embolización de aneurismas). La segunda reflexión viene a ser otro capítulo del mismo volumen. Hace algunos años un grupo de científicos consiguió conducir una bolita de acero por el torrente vascular de un cerdo gracias al potente imán de una resonancia magnética. Hoy se ha conseguido fabricar un transporte de 50 micras para llevar fármacos antineoplásicos utilizando el mismo sistema de teleconducción por resonancia magnética (nanopartículas magnéticas junto a drogas antineoplásicas todo ello contenido en un saco de un polímero biodegradable). La navegación microrrobótica por resonancia magnética es una realidad. Su aplicación práctica todavía es ficción pero, ¿por cuánto tiempo?. Puede que nuestras resonancias magnéticas acaben siendo algo más que una sofisticada y bendita cámara de fotos para ver el interior del cuerpo humano. Si os interesa el tema leed el artículo Microrrobots magnéticos para luchar contra el cáncer. Sorprendería al mismísimo Isaac Asimov.
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